3 de abril de 2013

París está embrujado


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Si a mi me preguntan qué tiene que hacer el Barcelona para ganar esta Champions League, la primera respuesta que se me vendría a la cabeza sería que ofreciese algún tipo de ofrenda al ente incorporeo al que haya podido ofender, porque la noche de hoy trasciende más allá de lo que la lógica podía determinar sobre el papel.
De acuerdo, el PSG es pura dinamita arriba, ha repescado a un Beckham en forma y el capitán es Thiago Silva, casi nada al aparato, pero el colmo de todo es que Messi, que no nos engañemos, lleva tirando prácticamente solo del Barça durante dos años, se ha lesionado, cuando llevaba cerca de cinco temporadas sin hacerlo. Se habla de tres semanas para el rosarino, por lo que la vuelta en el Camp Nou es poco menos que una utopía.
Y es que, analizando el partido en clave futbolística y en frío, el resultado me parece justo porque el PSG, creo, hizo más que el Barça por ganar. Atacó más y mejor, y fue mucho más sólido en la defensa, que apenas permitió menos de media docena de internadas culés en su área, con dos lineas de cuatro encerrando a los delanteros y dejando a Lavezzi e Ibrahimovic descolgados. El ariete sueco, autor de un gol en un flagrante fuera de juego, fue una auténtica bestia en los balones aéreos y dejó pases y detalles de su de sobra conocida calidad. Su tarea se basaba en aguantar el balón para esperar internadas de Lucas Moura o Lavezzi, siendo un especial quebradero de cabeza el brasileño poniendo la fantasía al rodillo francés. Matuidi, que no jugará la vuelta y es una baja bastante sensible, terminó de aguar la ¿fiesta? culé con un empate sobre la bocina que les deja muy vivos para Barcelona.
Por la parte del Barça, sufridor en los primeros minutos, controlador hasta el descanso, adormilado en el segundo tiempo y de manicomio en el rush final. Alves parece haber vuelto después de una temporada, como poco, para los leones, y sorprendente el rendimiento de Xavi y Alba que llegaban al Parque de los Príncipes entre algodones, pero la figura indiscutible de los culés fue Valdés, que a pesar del resultado sigue manteniendo el idilio con París y dejó un buen rosario de paradas clave. La peor noticia, sin duda, es la baja de un Leo Messi que abrió la lata de los de Ancelotti y que, en caso de una hipotética semifinal, es seria duda. Me sorprendió gratamente que el Barça llegase a jugar incluso mejor que en el primer tiempo, pero hay una tremenda ofuscación a la hora de tirar a portería. En la vuelta, me figuro, se optará por un Cesc mediapunta por la imperiosa necesidad de controlar el balón ante un conjunto que tiene unos mejores delanteros para atacar a una defensa que llegará totalmente en cuadro. Aunque soñar con Abidal es gratis…
La nota positiva, y cuesta encontrarla, es que de cara a los noventa minutos restantes se partirá con una ventaja relativa respecto al partido contra el Milan, y es que el Barça ya no está obligado a ganar, así que el libro de estilo será el de siempre: defenderse a través del balón y ponerle el entusiasmo de las grandes noches. Si se sigue esa receta, aun sin Leo, es posible que el Barça pase a semifinales. Pero sufrirán.