1 de mayo de 2013

Fin de trayecto


35 minutos. 35 minutos duró la gaseosa de un Real Madrid que, anoche si, abrazó a la épica como no había hecho desde hace lustros. Mourinho, cobarde como de costumbre en rueda de prensa, se permitió algo que pocas veces le agrada y que, personalmente, aplaudo: una defensa de tres e infestar el campo de mediocampistas ofensivos y puntas.
Cristiano Ronaldo, anoche mucho más corazón que fútbol, no pudo reprimir las lágrimas del que ha rozado la gloria con la yema de los dedos, pero el máximo goleador de la presente Champions es más que eso y el año que viene volverá a liderar al equipo sobre el campo.
A diferencia de Cristiano, Mourinho, que se considera el peor perdedor del mundo pero que en el Real Madrid ni siente ni padece, no solo siguió con su tradición de no hablar de fútbol, sino que lanzó un mensaje que sacudió al moudridismo dejando caer que el año que viene no seguirá en Concha Espina. Se le trajo como un entrenador ganador y solo ha conseguido arrebatar una Liga, una Copa y una Supercopa al Barça, un bagaje muy pobre para alguien que aseguraba una buena catarata de títulos importantes, pero creo que el club saldrá beneficiado si se va un tipo que ha causado tres incendios mientras apagaba uno.
Respecto al equipo, cayó con todo el honor que es llevar esa camiseta, haciendo temblar a sus propios fantasmas alemanes y a los que tenía enfrente -señor equipo, meritazo de Klopp-. Fue mágico sentir la vibración de todo el Bernabeu llevando en volandas a su equipo, aunque solo fuera entre victorias parciales hasta una derrota final. Fue de esas noches que no se pueden crear desde medios propagandísticos, sino que las genera el mismo público, anoche entregados a la fe de saber que a tus espaldas hay muchísima historia y que eran los alemanes los que debían ganarse el paso a la final, no ellos.
Y qué decir del Borussia, un conjunto forjado a golpe de cantera y con un técnico que vive el fútbol como el juego que es, siempre con una sonrisa. Más tipos como Klopp hacen falta en este mundillo de farándula, postureo y dobles caras. El conjunto alemán llega a la final del torneo gracias a la fuerza de Hummels, la ebullición de Lewandowski, el talento de Reus, la magia de Götze o el sorprendente Gundogan. Siempre con menos balón pero más criterio que los blancos, supieron torear en una de las mejores plazas y, cuando las fuerzas fallaban, primaba la solidaridad y el sueño de Wembley en el horizonte, y es que nadie dirá que el Borussia, a pesar del incuestionable coraje blanco, merecen un puesto en la final.
Desde la óptica de un servidor, creo que el conjunto de Chamartín no necesita una revolución sino que, como el Barça y Messi, debe crear a un equipo que juegue para CR7 y fichar a un entrenador que sea devorado por la ilusión de semejante banquillo y no por su propio ego. Está llamado prescindir del tipo de los plebiscitos, dedazos en el ojo, conspiraciones y falta de autocrítica. Quizá, aunque el recuento de títulos de esta temporada diga lo contrario, hoy empiece a ganar el Real Madrid.