Roura y Mourinho optaron por un once inicial plagado de los no habituales, pero ni siquiera el aliciente de la titularidad sirvió como motivación para ellos. Excepto para Marcelo y Tello, el primero que ya ve la luz al final del largo túnel que lleva recorriendo desde que se lesionara para tres meses; y el segundo que, a cada partido que juega, da una razón más para optar a la titularidad indiscutible en detrimento de Pedro y su bochornosa temporada, pero eso ya son aguas de otro río que ya comentaremos… por cierto, lo de Messi y Cristiano es porque comen aparte. Ellos no se borran ni de los trámites. Un record batido por el argentino y un punto de honor salvado por el luso, o lo que es lo mismo, el pan nuestro de cada día.
Podemos extraer como conclusiones del juego blanco que, cuando Xabi y Özil no están, el equipo pierde dinamismo y criterio, porque Modric es muy bueno, pero nadie en Chamartín ve los espacios libres como el germano; y comparar el trato de balón de Essien con el de Xabi ya es, directamente, un crimen. Kaká, en su línea, como siempre, intrascendente en un partido que, ya de por si, lo era y que, al menos, podría haberle reportado un gol, a pesar de la buenísima disposición táctica de Jiménez. Partido para olvidar y que sirvió más como descanso de los de siempre que como reivindicación de los de casi nunca.
¿Qué decir del Barça? Pues que desarrolla un juego muy poco fluido a la espera del alirón, que la Liga se le está llegando a hacer tan larga como las piernas de Liv Tyler y que los jugadores de peso específico como Puyol, Busquets, Xavi o Iniesta van a jugar casi con cuentagotas el campeonato doméstico para dosificarse de cara a Europa. Solo podemos destacar de ayer la progresión de Bartra y Montoya, ávidos de minutos; la intrascendencia, vía empanada mental, de Cesc Fàbregas; y el compromiso de Tello. Porque de Messi ya es tontería seguir hablando…
Esperemos que los partidos en Europa nos dejen un mejor sabor de boca, porque dudo que el aficionado eche de menos, durante dos semanas, una Liga que ya se antoja intrascendente en cuanto a lo que está por venir.