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Además, el partido venía precedido de una rueda de prensa de Piqué en la que nos aseguraba que "el vestuario está 100% convencido de que se puede remontar y está convencido de que se puede hacer." "Si hay alguien capaz de remontarle un 4 a 0 al Bayern somos nosotros". Y también arengó a la afición culé a "dejar de lado el sentido común y tener la ilusión y la fe de un niño".
Por otro lado, todos habíamos sido testigos de la exhibición de Leo Messi en San Mamés el sábado pasado. Firmó un gol estratosférico y le regaló otro a Alexis en los veinte minutos que disputó de la segunda mitad. Y a partir de ahí el club no paró de vender la ilusión, a través de sus fieles altavoces y de declaraciones y de ruedas de prensa, de que con Messi la remontada era posible. Y, por todo esto, a pesar de los cuatro goles recibidos en Munich y del precio desorbitado de las entradas -el fútbol se pasa la crisis por el mismísimo forro-, el Camp Nou se llenó hasta la bandera. 95,877 almas dispuestas a darlo todo por el equipo que tantas veces les ha regalado grandes noches europeas.
Pero la ilusión pronto se convirtió en espejismo. La primera, en la frente. Messi no estaba en el once inicial de Tito Vilanova. Según explicó el propio entrenador azulgrana en la rueda de prensa posterior al partido, "Leo no tiene lesión pero se sentía incómodo con miedo a romperse". ¿Perdona?... que Leo, el que derrotó al PSG andando cojo por el campo, el que no se pierde un partido ni que venga de cruzar el globo con su selección, se borra del partido de vuelta de las semis de la Champions, del partido de la remontada, porque sintió molestias al final del partido de Bilbao y se siente incómodo para jugar? Y según declaraciones de Andrés Iniesta, los compañeros se enteran en el vestuario que Leo no va a jugar el partido más importante de toda esta temporada? Buff, como diría el Pato WC: "Qué peste, qué peste".
Y pasó lo que ninguno de los noventa y pico mil que levantaron la cartulina del mosaico del Barça-Orgull-Barça quería que pasara. Sin Messi no hay paraíso y el Bayern le volvió a pintar la cara a los culés. 0 a 3 y para Wembley con un rotundo 7 a 0 final en la eliminatoria. El tridente Villa, Cesc y Pedro ni la olieron. No se tuvo en ningún momento la sensación que alguno de ellos pudiera perforar la portería germana. Tres campeones del mundo y de Europa que deberían haberse puesto la roja debajo de la azulgrana para ver si así recordaban de qué iba el fabuloso tiki-taka-gol. Quizás para volverlos a ver en plenitud habrá que esperar a la Copa Confederaciones de este verano.
A mi, particularmente, lo que más me duele de todo es que nos hayan vendido el cuento de la remontada cuando ayer quedó más que patente que nadie del equipo se la creyó en ningún momento. No hubo sorpresas tácticas, no hubo competitividad azulgrana, no hubo Messías en el campo, ni orgullo ni Barça. El Barça de Guardiola ganó mucho pero también perdió en ocasiones. Pero nunca le pintaron la cara. Siempre se compitió al 120 % en las grandes ocasiones. Y ayer no. Sobre el campo ocho galones más Bartra (lo mejor de la eliminatoria), más Adriano (muy venido a menos) y más Song (visto lo visto ayer, el mejor fichaje de los últimos años). Y Tello toda la segunda parte calentando en la banda... De este tema que tanto me calienta personalmente, os escribiré en mi próximo artículo.